jueves, 24 de mayo de 2012

CAPITULO III

3.1 LA INVASIÓN

Puerto Eten gozaba de los beneficios del ferrocarril que lo unía con
Chiclayo y las principales ciudades y haciendas del departamento, tanto el muelle como el ferrocarril estaban operativos, mientras que, en Pimentel las balsas habían desaparecido en los días previos del desembarque. Dado a que el arribo de tropas chilenas no cogió distraídos a los lambayecanos, hombres del pueblo que desde diversas posiciones hicieron frente al invasor desarrollando una serie de acciones heroicas en Pimentel. La población sabía que esto iba a ocurrir como también sabía que el departamento estaba vulnerable y se demostró cuando el 28 de diciembre de 1879 navegaron el mar lambayecano, frente a Puerto Eten, tres buques de guerra chilenos. Cuando los pobladores llegaron al puerto, solo les quedó mirar hasta que el humo de las chimeneas de los buques, se hundía en el horizonte, alejándose; y no había piezas de artillería con qué abrir fuego y destruir o inutilizar dichas naves.

Probablemente el desaliento cundió en la población, no había cuarteles, no había artillería. El gobierno central tenía importantes contingentes protegiendo Arequipa y otro defendiendo Lima, dejando el norte, fuente de los inagotables recursos para sostener la guerra, totalmente desprotegido.

Piérola, durante su gobierno tuvo al norte peruano desarmado, solo protegería los intereses de sus partidarios más cercanos, sus asesores en el gobierno y dejó a su suerte a otros. Tal como sucedió en Chimbote con don Dionisio Deartano propietario de la inmensa hacienda Palo Seco, única en el continente por su avanzada tecnología que producía azúcar, ron y otros derivados, pilaba arroz y procesaba sus derivados; en comparación con su
Ministro de Gobierno y Policía Nemesio Orbegozo propietario de la hacienda
Mocún en Trujillo que producía modestamente, de regular calidad, en menor cantidad y por lo tanto a más costo; lo mismo que Palo Seco.

Cuando los chilenos impusieron cupo a la hacienda de Deartano, bajo amenaza de destrucción éste pidió al gobierno (léase Piérola) autorización para pagar porque sólo así salvaría su inversión y hacienda. Sin embargo el gobierno negó el permiso y aprovechó la respuesta para amenazar a todo aquel que diera voluntaria u obligado dinero, especies o servicios a los invasores. Por lo que obedeciendo al Presidente Piérola al propietario de la hacienda Palo Seco tuvo que resignarse a ver dinamitada su hacienda; Años después y ya con la razón perdida moriría en la mayor pobreza Deartano el otrora personaje más acaudalado del país.

Pero cuando los mismos chilenos de la misma expedición y dirigidos por el mismo jefe impuso en los mismos términos cupo a la hacienda Mocún, su propietario Ministro de gobierno y policía no pidió permiso, ni nada, simplemente pagó para salvar su olvidable hacienda en los círculos financieros y económicos del continente en esos momentos.

Las consecuencias probables, que dejaría la invasión, debieron anticiparlas pocas personas, esto se deduce por:

“Sus cartas sólo las he visto yo, José Tomás y mi abogado; porque es asunto tan delicado del uno como del otro lado que toda reserva es necesaria para no tener que sufrir desagradables y dolorosas consecuencias” (5)
(José Tomás Ramos a W. V. Fry - Valparaíso 07 de octubre de 1880
Código - 1056 - R19) Y las esperanzas que la guerra acabe pronto, sin más derramamiento de sangre y pérdidas de las que ya se venía sufriendo se estrellaban con la lógica de los acontecimientos bélicos, en ella no comprendían hablar de paz.

La población comprendiendo lo que se le venía, se preparó para desplazarse a lugares más seguros y vieron en la sierra, siguiendo al río
Lambayeque o Chancay aguas arriba la ruta de salvación.

Reiteramos: Fry que sabía cada vez más y al detalle de la invasión, pudo mantenerse neutral y sacar a su familia que es lambayecana, a un lugar seguro.Prefirió quedarse para mantener su posición y afrontar las consecuencias y como veremos, después las sufrió; los detalles de la invasión se iban precisando más:

“Se dice que ha salido de Iquique y Arica una expedición de 4 a 6 mil hombres para el norte. El punto a donde se dirija no se sabe, ni el propósito que les lleva. Que muy en breve saldrían 30 mil hombres” (6) (JTR 28 de agosto
1880 Código 1059-R22)Y de que Patricio Lynch encabezaba la expedición Ramos lo hace saber:“Va una copia de la que escribo a Iquique a don Juan Walquer Martínez que me dice va de secretario de Don Patricio Lynch, jefe de una expedición de 6 mil hombres que va al Norte” (7) (JTR 22 de agosto 1880 Código 1059-R22)

Lo interesante e importancia de esta carta es que fue recibida por Fry el
12 de septiembre ¡12 días antes de la invasión al departamento!
La llegada de las tropas se produjo el 24 de septiembre de 1880 en la madrugada en los cruceros “Itata” y “Copiapó” y en las corbetas “Chacabuco” y “O Higgins'. Cuando maniobraban para desembarcar, los pobladores de Puerto Eten y alrededores suben a los trenes y huyen a Monsefú. Los invasores al advertir esto abrieron fuego desde la “Chacabuco”, sin dar en el blanco. También abrieron fuego contra los que estaban saboteando las líneas férreas haciéndolos huir.

Al producirse la invasión poco había cambiado el paisaje de la región, en general continuaba la pestilencia de las aguas estancadas, las permanentes nubes de zancudos constituía amenaza real de malaria entre otras enfermedades y epidemias para el soldado chileno común y corriente, así como para sus jefes y oficiales acostumbrados a otro clima. Al llegar a la región lambayecana indudablemente debieron sentir terror; teniendo en cuenta el panorama de los valles del sur donde predominaba los terrenos pedregosos y arenales sin fin.

Probablemente su estadía sería mas corta de lo planificado, por esta consideración. Y nunca se sabrá si esta probabilidad se habría discutido entre los “estrategas” de la “planificada” resistencia que nunca se dio.

Lynch envió dos barcas con tropas que tomaron el muelle; éstas no encontraron elementos de apoyo para el desembarco como balsas o lanchones, que regularmente hay en todo puerto; pues habían sido escondidos por orden de William Fry.

La misión de la expedición cumplirá con sus objetivos pero la operación de desembarco no merecerá ser incluida en los manuales de las academias militares de Chile ni de otros países; primero, porque el tren de la compañía de
Eten el mismo día de inicio del desembarque estuvo operativo así como la línea férrea al extremo que permitió a la población de Puerto Eten huir ante la mirada de la fuerza expedicionaria que sintiéndose burlada abrió fuego contra la población civil que iba en los trenes sin dar en el blanco, siendo lo aconsejable tomar con bastante anticipación el control de la infraestructura ferrocarrilera y sus instalaciones para evitar que el enemigo la utilice a su favor y en contra de la misión de invasión.Segundo, se registraron actos de sabotaje a la línea férrea a la vista de la expedición que tuvo que abrir fuego desde los navíos de guerra sin dar en el blanco lo que demostraría que los saboteadores no eran militares, porque de serlo aun sin ser especialistas y no teniendo explosivos hubieran continuado hasta levantar los rieles y llevárselos caminando porque sabían que los artilleros no les atinarían por lo que se presume que los saboteadores fueron personas sencillas sin preparación que actuaron por amor a su patria: El Perú; creyendo que así le darían tiempo al Prefecto para repeler la invasión lamentablemente el tronar de los cañones y las explosiones cercanas les obligaron a repelerse porque sintiendo que eran pocos prefirieron conservar sus fuerzas para desencadenarla después en otro momento que no sabremos llegó a darse en lo que restó de la guerra, aunque apostamos a que si debieron tener en sus manos a algún o algunos chilenos en el transcurso de esta guerra;Y tercero, en el muelle, las barcas chilenas que apresuradamente envío a la playa la expedición no encontraron elementos de apoyo para facilitar las maniobras de desembarque porque las balsas y lanchones habían sido escondidos. Acciones de sabotaje que no fueron previstas y que fueron ejecutadas en el último momento por los saboteadores porque la táctica empleada para desembarcar por Puerto Eten se apoyaba en informaciones de espionaje. En la “Expedición Lynch” (1973) Eduardo Congrains Martín en la página 65 afirma:

“Gracias a que él (Lynch) como los demás jefes de la expedición de merodeo llevaba una razón muy prolija y detallada de las haciendas y sus dueños; la cantidad de azúcar y demás artículos que producían, y hasta ciertos objetos especiales que por gusto conservaban los hacendados..... Estos datos los suministraron chilenos o extranjeros que habían servido por muchos años como administradores o mayordomos en fundos en el Perú y que así pagaban los beneficios que recibieron, y el pan que satisficieron el hambre que los llevó a esa haciendas”

Este espionaje aseguraba que nada estorbaría el desembarco y que por el contrario sería un “paseo” para las tropas las que en contados minutos estarían desfilando por las calles de Chiclayo a tambor batiente. Posiblemente desde tierra los espías hicieron señales de algún tipo a las naves chilenas para informar los actos de sabotaje no previstos que se venían cometiendo en el puerto.El desembarque fue muy penoso, sin elementos de apoyo y con el mar embravecido. Esto fue oportuno para la mayoría de los habitantes del litoral y poblaciones como Chiclayo, Lambayeque y Ferreñafe porque les permitió abandonar sus viviendas y huir, muchos tomaron el camino a la zona andina.

El desembarco se realizó utilizando largas cuerdas, los soldados llegaban de los buques a tierra, de uno en uno, soportando el fuerte ventarrón de la tarde. No fue una “espectacular operación anfibia” como se lee en manuales de historia de Chile. Y no se trasladaron masiva y sorpresivamente a
Chiclayo, primero porque bajaban de uno en uno y segundo porque el tren había sido saboteado, al quitarle algunas piezas, las mismas que fueron escondidas por el norteamericano Clark en su domicilio; Según denunciaron los chinos liberados y que se pasaron al bando chileno. El 24 de septiembre sólo pudieron desembarcar cuarenta soldados quienes tomaron inmediatamente posición de todas las instalaciones portuarias, estableciendo su cuartel general. El 25 continuaba aún el desembarque y a eso de las cinco de la tarde ya habían 330 soldados y en la noche se completó el desembarco.

La fuerza invasora estaba compuesta por 2,700 hombres de infantería, artillería, cañones, armamento y 300 caballos.

Según Eric Mendoza Samillán(16) los chilenos capturaron el telégrafo, se apropiaron de la mercadería que existía en la Aduana, quemaron las oficinas del ferrocarril y el edificio de la Aduana Mayor, destrozaron toda clase de embarcación que pudiera ser peligrosa. Y obligaron a reparar el ferrocarril.

Jorge Zevallos Quiñones (17) agrega que se envió un propio (o comisionado para el efecto) con una comunicación al Prefecto Aguirre, que estaba en Monsefú, exigiéndosele el cupo de 150, 000 pesos al departamento de Lambayeque en el plazo de 48 horas. En esta comunicación advertía que por cada chileno muerto fusilaría a tres peruanos.

Establecieron una avanzada en la orilla del río Eten y el 26 desembarcaron caballos y aprestos marchando luego a Monsefú.Cuando Lynch impuso un cupo a Chiclayo el Prefecto que estaba en Monsefú con doscientos hombres, contestó lo siguiente:“Rechazo con toda la energía del patriotismo los términos y contribución de guerra que contiene su citado oficio asegurándole una vez por todas, que estoy resuelto a hacer resistencia en el campo de honor a las fuerzas invasoras, defendiendo hasta donde sea posible, sin que obste ningún género de amenaza, la integridad del departamento que mi gobierno me ha encomendado..”

Sin embargo a las 10 p.m. el Prefecto con sus 200 hombres, que no se habían movido de la Estación de Monsefú, en lugar de aprovechar la oscuridad de la noche y conocimiento del terreno, tomaron dirección a Chiclayo y por tren se dirigió a Pátapo para luego emprender rumbo a Chongoyape.

Chiclayo estaba desamparado por sus autoridades. Su alcalde
Belisario Arizola y sus regidores, en mayoría, abandonaron en las vísperas la ciudad; su actitud fue oficializada en Sesión de Concejo (Ver Actas de la época,Archivo Departamental de Lambayeque).

A las 11: 00 de la noche del día 26 las tropas chilenas arribaron a Chiclayo en el tren de Eten, donde fueron recibidos por la Guardia Urbana ( que esperaba desde las seis de la tarde) y el teniente alcalde Tomás Gargurevich. Luego instalan las caballerizas en el local destinado por los chiclayanos para el hospital (que se llamará “Las Mercedes”) y la tropa se acuartela en el viejo convento local que servía para el funcionamiento del Colegio “San José” y se reiteró el cupo al departamento de 150,000 soles de plata fuerte. El 28 Lynch mandó venir ante su presencia al jefe de la Guardia Urbana de Chiclayo, el médico italiano Francisco Puccio en una hora, con las personas más notables de la ciudad. Sólo acudió Puccio con algunos extranjeros. Una vez en presencia del jefe chileno, su secretario Carrasco Albano le comunicó que se le imponía a la población chiclayana una “contribución de guerra” de 20,000 pesos debiendo ser entregados ese mismo día a las 5 p.m. Puccio y los extranjeros residentes en Chiclayo y pueblos vecinos debatieron entre sí la imposibilidad del pago que bajo amenaza de destrucción se cernía sobre Chiclayo.Como la cantidad era imposible de pagar, en parte porque muchos se desplazaron de la ciudad a otros lugares buscando refugio. Los que quedaban preferían ver en llamas sus modestas propiedades, antes que dar un dinero, que no tenían, a los chilenos. Esta situación que, no fue advertida en un primer momento por los chilenos, se supo cuando alguien delató esta resolución de los chiclayanos; burlados los chilenos, no esperaron el vencimiento del plazo(12m) para cobrar la contribución procediendo a incendiar viviendas y edificios públicos.

Fue destruida e incendiada la casa de José María Arbulú Clark, previamente amontonaron los muebles en todas las habitaciones, los empaparon de kerosene y le prendieron fuego. A las 9 de la noche la casa estaba destruida, era el día 29 de septiembre; el 30 se prendió fuego a la casa de José Villacís y a las 12 m. se prendió fuego a la municipalidad y a dos tiendas de José Andrés Lastres. Por a tarde, incendiaron la intendencia, la caja fiscal y un almacén de José María Arbulú y Clark.

El 01 de octubre incendiaron la prefectura, la casa de José Maria Quiñones y la de Eleuterio Arbulú, pero cuando se estaba avivando el fuego, los chilenos recibieron una contraorden por lo que salvaron esta casa.A Virgilio Dallorso, (italiano) se le decomisó unos 600 sacos de arroz. El 29 habían salido de Chiclayo rumbo a las haciendas de Pomalca, Combo,Tumán y Pátapo 300 soldados de infantería, mas 100 de caballería al mando de Carrasco. Se respetó la hacienda de Pomalca por ser de propiedad del español Vicente Gutiérrez. En Combo no había más personas que el administrador, quien fue advertido de que si no tenía todo el ganado y caballos, a su regreso de Pátapo, sufriría la hacienda las consecuencias. Se dirigió a Tumán, propiedad de los herederos de Manuel Prado, pero a pesar de que los chilenos lo habían culpado de ser uno de los causantes de la guerra, respetaron esta hacienda porque estaba arrendada a un alemán: Alfredo Solf. Parece ser que las propiedades respetadas lo fueran por otras consideraciones, servicios y conveniencias de Chile, dejar sentado algún agradecimiento especial.

Pátapo que era propiedad del chileno Tomás Ramos a quien sus con nacionales odiaban por su manifiesto apoyo al Perú, sufrió el decomiso de todos los animales de matanza, quinientos quintales de azúcar y veinte mulas argentinas. Así pagaba esta hacienda que, por ser propiedad de un chileno, que amaba al Perú, no había sido visitada por el Prefecto para coordinar qué hacer en caso de invasión.

Llama la atención por qué se buscó coordinar acciones con quienes no sufrirían ningún malestar ante los chilenos, si de antemano se sabían protegidos seguramente el Prefecto que los visitó lo sabía. Hubo deslealtad por parte de esos hacendados hacia el departamento y una actitud irresponsable, infantil y estéril por parte del Prefecto.

Los chilenos, en Chiclayo, se dedicaron a transportar por tren todo el producto de sus saqueos, barras de plata, joyas, ganado, arroz, azúcar, alfalfa, vino, ron, etc. Y en número de cien, partieron rumbo a Lambayeque y Ferreñafe al mando de García y del comandante Stuven. La tropa descansó y tomó rancho en Lambayeque y siguió rumbo a Ferreñafe donde impuso un cupo de
mil pesos, al llegar a un molino de arroz pretendieron saquearlo, pero la oportuna presencia del Vicecónsul británico Fry que, se encontraba allí retirando arroz, fue aprovechada por los propietarios del molino y del arroz almacenado para que interceda por ellos; lo que Fry aprovechó para llegar a un arreglo sobornando a los soldados, evitando la destrucción del molino.
Al parecer Fry también desempeñó importante papel en la salvación de Ferreñafe, según testimonio de Ramos que, desde Valparaíso, en 1880 elogiaba la actitud de Fry. Lamentablemente con el tiempo los enemigos de Fry propagaron la voz, sin prueba alguna y decenas de años después, que el vicecónsul Fry acompañó a los chilenos hasta Ferreñafe para extorsionarla. A la ciudad de Lambayeque le impusieron una contribución de 4,000 pesos y pagó. Por esto no se cometió ninguna hostilidad.

En la noche del 01 de octubre estas tropas estaban de regreso en
Chiclayo.Entre tanta devastación, el mercado, el teatro 2 de Mayo, el colegio de San José y el hospital Las Mercedes fueron salvadas por intervención del director de la Beneficencia, Alfredo La Point. Algunos atribuyen estas acciones a la intervención del vicecónsul norteamericano Montjoy en la salvación de estos edificios públicos, más parece que se le menciona circunstancialmente; lo cierto es que Montjoy se pone al lado de los chilenos y la evidencia es contundente, la evidencia es la siguiente:

“Ya presumo como habrá estado de plácemes nuestro señor
Cónsul Montjoy, entre pardos picos y entre picos pardos” (8) (José Tomás
Ramos. Valparaíso 6 de noviembre de 1880. ALCG Código 1068-R31)
Dice en esta carta Tomás Ramos a Fry, aunque presume, sin embargo,
Ramos no hace más que señalar una forma de actuar de Montjoy cuando agasajó en su mansión de Lambayeque a los oficiales chilenos.
Montjoy se embarca con los chilenos en Eten y se le ve en Trujillo y localidades vecinas acompañando a Lynch y aconsejando a los vecinos a no resistirse a las contribuciones de guerra. Así pagaba Montjoy el favor de vivir o de habérsele permitido vivir en Lambayeque. Y por supuesto vuelve y explica,
(a su manera) este cobarde y traidor comportamiento. Guillermo Figueroa Luna en su manual de historia (18) no menciona la actitud de Montjoy, pero sostiene que el Vicecónsul Inglés Fry fue un cobrador de los cupos que Chile impuso a los pobladores del departamento de Lambayeque.

Eric Mendoza Samillán en su libro “Lambayeque en el Siglo XIX”
(Chiclayo 2008) Pág. 141 Transcribe la carta de Antero Aspillaga a su hermano Ramón, el 18 de octubre de 1880, donde dice:
“Todo en Chiclayo ha sido vergonzoso, no por los chilenos, sino
¡Pásmense! Por los robos de los mismos hijos de Chiclayo, la plebe más imbécil y degradada. No solo formaban cola tras los chilenos cuando incendiaban y sacaban muebles y artículos del país como arroz, maíz y luego los del pueblo chiclayano barrían y recogían con todo, sino que se han ocupado de denunciar ¡ellos mismos! Al Sr. Lynch y a los jefes, quienes eran los hijos del país que tenían fortuna”

3.2. - REACCIÓN DE LA POBLACIÓN.
Se debe resaltar el hecho que el gobierno nacional no hizo nada por proteger o alertar las ciudades costaneras norperuanas, así como tampoco le interesó proteger ni salvaguardar la industria azucarera. Esta amplia región parecía haber sido dejada desguarnecida a propósito, si esto venía de parte del gobierno central, que se podía esperar de la población.

a.- Los extranjeros.
Dado el movimiento económico registrado en esta región, especialmente por el comercio y la agroindustria de exportación que la relaciona con el mundo de ese entonces. Existían varios Viceconsulados, distribuidos en Chiclayo, Lambayeque y en puertos de la región, tanto al norte como al sur. La presencia de Vicecónsules y de comerciantes extranjeros, daba una configuración social muy dinámica dado el no muy disimulado interés de ciertos sectores sociales, de vivir vinculados con los extranjeros, quienes se ubicaban en todas la capas sociales. Desde la más pobre hasta los más acomodados y en los que no podían dejar de estar pícaros y sinvergüenzas.

Algunos perseguidos por la justicia de su respectivo país; entre gente venida con el afán de vivir decentemente huyendo de la miseria y la pobreza de sus países. Se hallaban también personajes muy cultos y refinados, poseedores de fortunas heredadas o logradas.

Los vicecónsules el norteamericano Santiago Coke Montjoy y el británico William V. Fry, enfrentados antes de la guerra y residentes en
Lambayeque, declarada ésta, el antagonismo se ahondó. Montjoy fue acusado por Fry de ser un alentador permanente de la guerra contra el Perú y de su venida al norte por parte de una fuerza expedicionaria. En Chiclayo, el francés
Alfredo La Point, el médico italiano Puccio, el norteamericano Clark tuvieron una destacada actuación a favor de la población civil lambayecana, intercediendo en todo momento frente a las amenazas y atropellos de los chilenos. Hubo otros como Vicente Gutiérrez, español, Solf, así como Montjoy que se destacaron por su pública simpatía por el invasor. El común pensar de la población fue que algunos técnicos alemanes que trabajaban en las
haciendas del sur, y seguramente habían trabajado en las lambayecanas, habían sido quienes proporcionaron información al detalle de las instalaciones, maquinarias, calidad de las mismas, su costo estimado, su producción y población de las haciendas, así como planos, población y listado de gentes propensas al nacionalismo extremo, incluso fotografías por cada pueblo. Esta circunstancia facilitó las cosas a los chilenos, dice German Leguía y Martínez:

“Como, en Lima, un Álamos Gonzáles y un Vidal; como en Cajamarca un Villarreal; en Piura, un Urízar Garfias, y tantos otros en los demás lugares principales del Perú; Hubo, hacia 1870 y los años subsiguientes, en mi ciudad nativa – Lambayeque- un chileno, Carlos Waddintong, sujeto que ocupaba en cierta agencia de compra y remisión de tabacos para el estanco de Chile, de los que se cultivan y producían en Motupe y Saña (departamento de Lambayeque).
Iniciada la guerra del Pacífico, y destruida nuestra escuadra en 1879, se
presentó en nuestras costas indefensas la salvaje expedición Lynch, expresamente enviada para talar nuestros valles, volar maquinaria, incendiar, destruir, extraer recursos y aplastar a nuestros vecindarios e industrias con ingentes cupos de guerra.
Llegados a Lambayeque, Chiclayo y demás ciudades de esa región, los expedicionarios no tuvieron que inquirir datos, tomar guías ni interrogar u ocupar a nadie sobre los puntos que cualquier ejército extraño necesitaría conocer. Todo lo sabían: traían mapas y planos del territorio invadido, poseían catastros urbanos y rústicos, estadísticas perfectas, noticias de todo orden, detalladas, inmejorables, superiores a cuantos pudiera tener el descuidado gobierno del Perú. ¿Quién había proporcionado esa serie de valiosos documentos? El bendecido Waddintong, la niña bonita (como aquí decimos) de Lambayeque. Muchas cosas podríamos referir semejantes a ésta (19).
Nefasto papel cumplieron los chinos, peones de las haciendas, a los que algunos historiadores, cual jueces de la historia, justifican su actuación en contra de sus patrones y haciendas, no solamente fueron los agentes más entusiastas colaboradores de la invasión, sino que olvidándose de la segregación racial iban delante de las tropas chilenas, señalando donde había que cometer abusos, eran las que portaban las teas prendiendo fuego a los cañaverales. Si antes cargaban desperdicios en medio de la burla y humillación de los peruanos, sólo cambiaron de patrones con los chilenos, pues su condición social no mejoró, ya que solamente sirvieron de carne de cañón.
Fueron los chinos los que denunciaron al norteamericano Clark, ante las autoridades chilenas de haber escondido en su domicilio piezas del ferrocarril de Eten. No podemos imaginar la cara de satisfacción del comandante chileno
Stuven, experto en demoliciones, de ver al causante de tal sabotaje que le había hecho perder tiempo a él y cien de sus hombres por buscar las piezas. Sin embargo, siendo el ferrocarril de una empresa privada, de capitales extranjeros dispuesto a pagar un precio para que no la dinamiten y Clark un extranjero, el comandante chileno se contentó con saber que iban a pagar en efectivo su salvación.

3.3. - ACTITUD DE LAS AUTORIDADES POLÍTICAS

Pero ¿Por qué el prefecto en su oportunidad no enfrentó a los chilenos?
Todo indica que la fuerza comandada por Aguirre, que esperaba en Monsefú el choque armado con el invasor, era la generación que vivió la revolución de
Balta y no muchos de los milicianos debieron ser testigos o partícipes de la revolución que dio como resultado la victoria de Balta en pleno centro de
Chiclayo, el 7 de enero de 1868. En aquella ocasión, el gobierno desembarcó en Pacasmayo 2 mil hombres para sofocar la rebelión. El 13 de diciembre a las siete de la mañana llegaron a los alrededores de Chiclayo. El 14 de diciembre empezó el ataque a la ciudad, con nueve piezas de artillería calibre 4, 8, 12, 24 y 32. Encabezó la agresión contra los milicianos de Balta, y de paso a la población civil, el Ministro de Guerra del régimen de Prado, Pío
Cornejo. Los revolucionarios se parapetaron en la ciudad y desde ahí resistieron, hasta triunfar el 7 de enero de 1867.

Era una generación que no le rehuía a la batalla. Las indecisiones políticas y los intereses extranacionales jugaron en contra del manejo de la resistencia en Chiclayo, hombres había, lo que faltó fue líderes. Qué pasó con ellos, acaso en situaciones como éstas no aparecen líderes.

La explicación podemos encontrarla en el excesivo protagonismo de la clase dirigente política y a su falta de interés arriesgando la vida, la libertad individual, la propiedad y recursos ante la inminente y anunciada presencia del invasor. Y hay que tener presente que los políticos de antaño y su “escuela” habían desaparecido o dispersados al no poder rehabilitarse de las reiteradas destrucciones de sus residencias, propiedades urbanas, fincas rurales, haciendas y terrenos cultivables a causa de las inundaciones pasadas.

Labor de zapa a cualquier intento de resistencia, fue lo que hizo la clase dirigente porque estaba incómoda con la guerra porque interrumpió su negocio de la exportación agroindustrial a Europa vía Valparaíso. Sólo le queda esperar que la guerra acabara, para continuar con sus negocios, y no participar o sostenerla, calculando a futuro no incomodar a sus intermediarios de Valparaíso. Esto lo barruntamos como una presunción tal cual hipótesis de trabajo. Si la guerra hubiera sido del azúcar, quizás su táctica hubiese sido diferente, en otras palabras, cobardía con alevosía y ventaja. Se puede entender que ante la sorpresa y superioridad en el ataque, una persona puede quedar brevemente paralizada, sin saber qué hacer, pero en este caso la cobardía fue calculada y auto justificada.
Antes de la invasión, el Prefecto del departamento visitó las haciendas exigiendo, con buenos oficios, la entrega de contribuciones para hacer frente a la amenaza. Fueron muchos los consejos que recibió de los hacendados. No visitó Pátapo, quizás por ser propiedad del chileno Tomás Ramos, quien estaba en Valparaíso. Visitó sí haciendas de otros personajes a quienes convocó después a una conferencia para determinar qué medidas se iba a tomar. No imaginó el Prefecto que, fueron algunos de estos hacendados quienes estaban satisfechos del rumbo adverso para el Perú en la guerra y estaban deseosos de la llegada de los chilenos.
Sin embargo había un consenso en aprovechar la coyuntura para apuntar como enemiga a la hacienda de Pátapo, no porque su dueño tenía nacionalidad chilena sino porque era la hacienda más rica del norte peruano.

El apoderado británico Fry se lamentó de la actitud del Prefecto de ignorar a Pátapo, a pesar que desde el inicio mismo de la guerra se había solidarizado a favor del Perú. Y recordemos que Cayalti era propiedad de otro chileno.

La Población.

La mayor parte de la población que quedaba en Lambayeque era gente desarmada, muchas familias habían sentido y sentían la ausencia de sus hijos reclutados al iniciarse la guerra. Lo mejor y más aguerrida de su juventud, orgullosa de saberse nacida en un departamento en pleno desarrollo, y con oportunidad de realización personal, frente a la cantidad de obras civiles y portuarias, había partido a lejanos campos de batalla. Muchos interesados manifiestan su sorpresa, por el hecho que el departamento no hiciera mayor resistencia a la invasión, no tanto por la ausencia de lo mejor de su juventud ni por lo desarmado que estaba el pueblo, sino porque no había ninguna fuerza militar por insignificante que fuera; no sólo en Lambayeque, sino en todo el norte peruano. Se olvidaron que fueron los disociadores y sembradores del pánico quienes contribuyeron a la pasividad del pueblo. Las poblaciones del norte peruano no contaban con líderes natos que organizaran una seria resistencia coordinada contra los chilenos.

El dictador Piérola, celoso de su poder y cauteloso del norte, había dispersado los efectivos provenientes del norte en diferentes batallones, y postergado y humillado a jefes y oficiales norteños. Como postergados fueron
Miguel Grau Seminario, Elías Aguirre Romero, Diego Ferré Sosa, Pedro Ruiz
Gallo; prueba elocuente de que el norte dio su mayor cuota de sangre en esta guerra en el campo del honor. Pero la política de Piérola era tener el norte desarmado.
Piérola más tenía miedo de perder su poder, más tenía miedo al norte peruano y prefirió mantener en Arequipa un fuerte destacamento militar, que jamás entró en combate, y descuidó el norte peruano que, despegaba comercialmente y pudo haber conducido al Perú por la dirección de país capitalista desarrollado.
Las armas que había tenido la población, fueron entregadas a las autoridades locales, quienes hicieron una pequeña fuerza en los pueblos de importancia. Producida la invasión, hubo algunos destellos de resistencia.

El Prefecto Aguirre, había formado una fuerza de doscientos hombres, bajo sus órdenes. Se hallaba en Monsefú y al saberse del arribo de los chilenos; dio un paso adelante en dirección a Eten, en donde algunos milicianos habían levantado los rieles del ferrocarril por si llegaban a utilizarlo. La población de
Monsefú exigió y demandó al Prefecto acción en contra de los chilenos que tenían un pequeño destacamento en la playa y el resto estaba preparando cuerdas y correajes para desembarcar de uno en uno. El Prefecto había declarado ardientemente defender a toda costa en el campo del honor la soberanía nacional, pero ante la presencia del enemigo se desalentó, posiblemente hubieron quienes aconsejaron que en realidad poco o nada hubiera podido hacer para derrotar a los chilenos. Las especulaciones, también nos llevan a afirmar que menuda sorpresa se hubiese llevado la fuerza de élite chilena, si Aguirre la hubiese derrotado en la playa o hubiera empezado a acabar a los soldados invasores que colgaban de largas cuerdas, por que en estas condiciones bajaban los soldados a tierra de uno en uno. Pensaría acaso, el prefecto, que si derrotaba a los chilenos o los espantaban volverían con mayor fuerza y arrasarían con todo, no lo sabremos nunca.

Toda clase de rumores generó la inacción del prefecto y comenzaron a circular entre la población que huía de sus hogares, rumbo a su temporal exilio.

No hubo, pues, una reacción coordinada de la población hacia el invasor, muchos prefirieron evitar el encuentro con el enemigo. La población humilde que nada tenía que ofrecer, habiendo ya perdido sus hijos en lejanos campos
de batalla, no tuvo ninguna reserva de desamparar sus viviendas y parcelas para huir.
El paisaje Lambayecano compuesto por espesas invernas, donde pasta el ganado a la sombra de centenarios algarrobos. Donde al lado del ganado vive el venado y otras especies de la fauna costeña, hoy desaparecida.
Acequias que se quiebran, caminos anegados, pestilentes lagunas de aguas verdes, nubes de zancudos y mosquitos.
Caminos que serpentean interminables, ciénagas de orillas
pantanosas y peligrosas, cubiertas de hineales, donde se esconde el patolefe, el pato real, la gallareta, con serpientes y alimañas, y toda clase de bichos extraños al lugar de donde venía el soldado promedio chileno, ofrecía un escenario apropiado a emboscadas. De haberse sostenido una resistencia de esta naturaleza, pudo haber dado tiempo a la recomposición de las fuerzas de
Cáceres y alentar el surgimiento de actos similares en otras regiones del país.
Eran tiempos del gobierno del dictador Piérola.
Hemos hecho una aproximación al panorama lambayecano, en
sus múltiples aspectos de manera somera y sencilla, sujeta a revisión y corrección propia. Pátapo propiedad del chileno José Tomás Ramos y administrada por su apoderado el vicecónsul británico Fry desempeñó un positivo papel a favor de la población que huía en dirección de Chongoyape, puerta de entrada a la sierra. Su propietario, Ramos, era considerado en Chile un “peruanófilo” y sus propiedades fueron incendiadas. La población desplazada, en su mayoría mujeres, encontró en Pátapo, carne fresca, arroz y demás ingredientes para alimentarse no solamente preparada, si no para llevar en su camino de huida.

Ramos, anticipándose desde Chile, ofreció Pátapo en caso de llegar las tropas invasoras:“Tienen a Pátapo, de ahí a Chongoyape y de aquí a la sierra”
”En Pátapo tienen carneritos, arroz y en estas circunstancias es cuando deben servir' (9) (JTR 15 de agosto 1880 Código 1058-R 21)

El ferrocarril de Eten quedó a salvo por que tuvo que pagar 3250 libras esterlinas. Pero llama a atención la actitud de Montjoy que no intervino para evitar el pago mencionado, como tampoco intervino para evitar la destrucción de algunas locomotoras.Permitió no sólo el pago, sino que se rociara de kerosene todo el muelley todas las oficinas del puerto, hasta que una vez recibido el pago se suspendió la orden de incendiarlo. Montjoy permitió que se pagase 3250 libras esterlinas por una obra hecha por la firma norteamericana Graham Rowe.
Finalmente el historiador Paz Soldán citado por Eduardo Congrains Martín (20)( dice: “Muchos extranjeros, entre ellos el cónsul Montjoy, acompañaron a
Lynch desde Eten y fueron sus consejeros, y los que infundían en las poblaciones el terror haciendo entender que la menor hostilidad bastaría para que las haciendas y poblaciones fueran arrasadas”

Al embarcarse los chilenos, dejaron en tierra un regimiento que tuvo la misión de marchar hacia las otras haciendas.El 04 de octubre, según el Dr. José Gómez Cumpa, se desocupó Chiclayo mientras que el Dr. Jorge Zevallos Quiñones asegura que el 26 de octubre de 1880 ya no había ningún chileno. Paradoja de la historia lambayecana: En fechas que deberíamos tenerlas en la memoria, generación tras generación, nos distanciamos, nos olvidamos de estos hechos, fieles testigos de aquellos aciagos capítulos de la guerra del guano y del salitre (1879-1883).

Pongámonos de acuerdo y al unísono exclamemos ¡No más capítulos infernales de postración y derrotas por la desunión y falta de amor por nuestra patria milenaria: El Perú!

1 comentario:

  1. Muy buena descripción histórica de la una realidad que jamás se enseña en las escuelas del Estado , la barbarie del ejercito chileno a cargo del diabólico Linch. Felicito a Usted por su investigación y que esto sirva a las nuevas generaciones de peruanos que Chile siempre será un país enemigo nuestro en todos los sentidos , además de Inglaterra , USA , etc.

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